Las cosas 10 que he aprendido siendo mujer y viajando sola

-¿Viajas sola? Esta pregunta, que lleva persiguiéndome durante todos mis viajes en solitario, va acompañada normalmente con un tono de sorpresa o admiración. Otras veces con la expectativa de que muestre cierta vulnerabilidad y mi “Salvador” aparezca tras formularla.
1) Siempre tendrás que justificarte
Da igual si has decidido viajar sola para desconectar, si trabajas online, si esperas a alguien o si este es tu estilo de vida. Siempre, absolutamente siempre, deberás justificarte. La mayoría de las veces creerán que o eres una ‘bohemia/mochilera/ espiritual’ o que estás buscando rollo desesperadamente. Si no encajas en ninguna de las dos anteriores, puede que seas una borde sin amigos.
Aunque afortunadamente esto está cambiando y cada vez son más las personas que entienden que si una mujer viaja sola es porque así lo ha decidido, el estigma social sigue presente y, muchas viajeras, nos sentimos todavía obligadas a dar demasiadas explicaciones.
2) Eres más patosa de lo que creías
No sé qué nos pasa cuando estamos de viaje que nos atrevemos a cualquier cosa. De repente te ves escalando una montaña de 2.000 metros cuando tienes miedos a las alturas, intentas surfear olas gigantescas y terminas haciendo la croqueta en la orilla o te matriculas a un curso de submarinismo entre cuevas y cavernas cuando padeces claustrofobia. Sí, debemos reconocerlo, somos muy lanzadas y hacemos el rídiculo más de una vez. Pero… ¿y las risas que regalamos al contarlo?
3) Descubrirás cosas de tu personalidad que no te gustan
Seguro que has escuchado eso de que viajar sola te ayuda a conocerte. ¡Bingo! Tendrás tanto tiempo y aprenderás tanto sobre tí misma que descubrirás que no eras tan maravillosa o valiente como creías. Durante el viaje te tocará compartir habitación, verte en situaciones incómodas, probar platos con una pinta espantosa, respetar costumbres ajenas, responder preguntas sin sentido y hacerte entender. ¡Qué paciencia!
4) Aunque el desorden y el caos sean tus lemas de vida, al viajar te vuelves organizada
Como por arte de magia, al viajar se activa una parte de tu cerebro que desconocías. No importa que seas la típica que se deja las llaves cada día o que busca el móvil desesperadamente cuando lo tiene en la mano. Aseguro que el pasaporte, el ordenador y la cámara no desaparecen nunca. Al viajar, no te queda otra que aprender a organizarte. Elegir itinerario, reservar una habitación o comprar tickets de tren te obligan a ello. No hace falta que actualices meticulosamente tu Google Calendar cada día, pero verás que aprendes a gestionarte.
5) Eso de “nunca estás sola” es un engaño enorme
Si vas a viajar sola debes prepararte para ello. Claro está que muchos hostales y actividades harán que conozcas a gente increíble, pero si te encuentras mal o te has roto una pierna, te quedarás sola en una habitación con las cortinas más horteras que hayas visto jamás y en la que probablemente el Wiffi deje de funcionar caprichosamente. Estos momentos, aunque te provoque ansiedad sólo imaginarlos, te aportan mucho más de lo que crees. Estar sola, te obliga a reinventarte y a buscar alternativas. Puedes leer, dibujar o hacer el pino en tu habitación, (si tu pierna lo permite).
6) Existe una conexión inexplicable entre la mujer local y la mujer viajera
Sin pretensiones de parecer mística, al viajar sola se generan conexiones sorprendentes con las lugareñas. La curiosidad y el respeto, siempre presentes, contribuyen a que dos mujeres totalmente opuestas, que no hablan siquiera la misma lengua, sientan un entendimiento curiosamente inexplicable. Aunque jamás entiendas cómo puede soportar que su marido tenga otras cinco mujeres y ella tampoco comprenda qué hace una mujer de 30 años, sin hijos, visitando su aldea y tomando fotos como una loca a las cabañas de bambú, existe una comprensión y admiración recíprocas entre ambas. Sabemos lo que es ser mujer, aquí o allá.
7) Hay países en los que, por más que lo intentes, nunca entenderán que exista amistad entre mujer y hombre
Da igual que les dibujes un diagrama, que les enseñes la foto de tu pareja, el anillo de prometida o que les digas que quieres vivir en un convento de clausura. Una mujer que viaja sola y que dedica parte de su tiempo a hablar con un varón, en países como Marruecos, India o Malasia, por citar algunos, sigue viéndose todavía como algo extraño. Yo lo he intentado varias veces y, después de muchas explicaciones, he conseguido que algún colega indio, finamente, me respete y entienda que no busco nada más que una conversación. A veces, aunque nos indignemos con las reacciones recibidas, debemos evitar imponer nuestra manera de entender el mundo, empatizar y respetar más el país que visitamos. Tengamos más paciencia, escuchemos y luego comentamos. ¡Así, todos cambiamos nuestro punto de vista!
8) La intuición y el sentido común son las dos únicas armas que necesitas
Para nosotras plataformas de viaje como “ couchsurfing ” o “work away” se convierten en motivo de estudio. ¿Quién es el anfitrión? ¿Qué pinta tiene? ¿Vive solo o comparte con alguien más? ¿A qué hora debería llegar? Y, mirando nuevamente la foto de su perfil te repites “parece un buen chico, ¿no?” Ese es el único miedo que tenemos al viajar, el miedo ineherente a la mujer. Así que en estos casos sólo necesitas echar mano de tu intuición, como ya estás acostumbrada a hacer en tu vida normal. Jamás irías a casa de un desconocido si te da mala vibra, ¿verdad? Pues tampoco lo haces mientras viajas. Necesitamos aprender a confiar más y, cuando salimos de nuestra zona de confort, nos damos cuenta de que el mundo es un lugar más seguro de lo que nos habían contado. Yo no estigmatizaría a ningún país ni a ninguna religión, aunque lógicamente no se me ocurriría ir en shorts por Arabia Saudí. No pierdas el sentido común, eso es todo.
9) Viajar sola te permite sacar cosas “by the face” y te abre la puerta a situaciones extravagantes
A ver, seamos sinceras, una mujer da más confianza. Si tienes pensado hacer autoestop o intentar dormir por la cara en casa de algún lugareño, lo tendrás más fácil que si viajas con colegas o con tu pareja. Por eso, al viajar sola te pasan cosas maravillosas y la mayoría “by the face”. Te invitan a comer, te ofrecen alojamiento o te guardan el asiento VIP en una boda India. Han sido varias las ocasiones en las que me he visto envuelta en ceremonias totalmente extravagantes. He bailado en una boda en Lombok (Indonesia), he rendido homenaje a John Frum en Tanna (Vanuatu), una isla que cree que este americano llegará con regalos y provisiones de Estados Unidos y he celebrado el Shabbat en territorios palestinos, gracias a un judío poco convencional.
10) Una mujer que viaja sola no es necesariamente una todoterreno
Existen tantas personalidades como mujeres que viajan solas. Con nuestros miedos, inseguridades, intereses y pijadas nos vamos a visitar un lugar y eso no nos convierte en valientes ni atrevidas. Una vez me encontré con una mujer que viajaba con tres maletas enormes, todas ellas llenas de libros. Excentridades varias, tantas como mujeres diferentes. Salir de casa significa solo eso, salir de casa. Lo mismo sucede con viajar. Todas podemos hacerlo, no creas que debes ser intrépida y osada, sólo necesitas una maleta (o tres) y muchas ganas de hacerlo.






